Yo, Mussolini
Hace tiempo, alguien me dijo que Mozart dio liebre por gato con La flauta mágica. El público que se acercó a su estreno esperaba un espectáculo ligero, una historia mágica y amable para pasar el rato. Se llevaron eso y, de paso, una de las cumbres de la música de todos los tiempos. Bassi realiza una operación parecida. Ofrece una bufonada, una representación de payaso tradicional metido a desarrollar un monólogo, pero entre payasada y payasada, y en las grietas que le quedan entre tirarnos huevos o bailar música “de negros” (el políticamente incorrecto es Mussolini, ni él ni yo) lo que construye es una representación teatral redonda.
Representación basada en una paradoja: el payaso demostrando que el inventor del fascismo era cualquier cosa menos el payaso que ahora queremos ver en su figura de pavo real. He pasado miedo pocas veces en un teatro. Con dos piezas, que yo recuerde: Verónica, de Molinero y Olivares, y Un hombre con gafas de pasta, de Casanovas. Aquí no es el miedo, es el terror el que asoma la patita por debajo de las risas, cuando los paralelismos entre lo que pasó y lo que pasa se van viendo con claridad. Bassi es tan grande que, una vez que nos tiene en un puño, consigue hasta que este tipo repugnante nos dé un poco de pena. Pocas veces se ven integrados con tanta sabiduría elementos tan dispares como el clown, la crítica social y el drama.
Fecha de publicación: 08/11/2019