Prostitución
El título es contundente, la función no lo es menos. Trata de uno de los temas de debate más controvertidos que cabe imaginar, y ahí está la división transversal entre los partidarios de la reglamentación o la abolición. Ni el feminismo ni las propias interesadas -como el texto refleja- tienen opinión unánime. Y Lima ha sido perfectamente equidistante, porque da voz a todas las posturas, que con igual rigor (y vehemencia) son defendidas.
Pero Prostitución no es un foro de debate, sino teatro: como tal debe ser juzgada. Y su gran virtud es que orilla con garbo el precipicio del panfleto, y que su continente escénico está a la altura de la reflexión implícita. Pocas veces queda espacio para glosar la interpretación, pero aquí es insoslayable. Las tres actrices saltan de uno a otro personaje, brincan entre mundos situados en distintas galaxias con esa pasmosa habilidad que suele llamarse camaleónica. Y alcanzan el objetivo primordial de la comunicación escénica: la empatía del espectador con esas mujeres que estarán más o menos lejos de cada uno, pero que son nuestras hermanas en tanto que seres humanos. Digo “mujeres”, porque quizá la única pega es que la prostitución masculina –que presenta rasgos diferenciales muy acusados- apenas se roza, y no sé si no hubiera sido mejor dejarla para otro montaje.
Fecha de publicación: 07/02/2020