Fábrica de la Luz
El punto en el que el río Esgueva vierte sus aguas al Pisuerga es uno de los enclaves
más valiosos dentro del amplio catálogo de patrimonio industrial que atesora Valladolid:
conducido por una serie de esclusas, sus aguas superan un salto de siete metros de altura.
Se trata de antigua Central Eléctrica de Linares, más conocida como ‘Fábrica de la Luz’,
un proyecto inaugurado en 1932 capaz de producir 172 caballos de fuerza aprovechable.
Pese a la envergadura del proyecto, la vida útil de esta central fue breve, pues en 1976 se acordó su cierre definitivo.
La estructura que a día de hoy se conserva mantiene parte de la mecánica
que regulaba la producción de energía, así como los embalses colindantes.
Iglesia del Salvador
La iglesia del Salvador, donde se cuenta que fue bautizado San Pedro Regalado, conserva
uno de los enterramientos humanos más antiguos de Valladolid.
Bajo el suelo de la capilla de San Juan Bautista se halla un entramado de criptas que datan del siglo XV,
parte del cual puede verse gracias al suelo acristalado de la sala, y un valioso osario con numerosas calaveras.
Casas de Gabarrón
Ese torrente creativo es obra del vallisoletano de adopción Cristóbal Gabarrón
(responsable, entre otras obras, de intervenciones en el Anillo Olímpico de Atlanta,
en Estados Unidos, o en la nueva sede del Parlamento de la Comunidad Europea en Bruselas).
El inconfundible sello de optimismo que imprimió Gabarrón en el Barrio España apuesta por exprimir el papel social del arte.
La ruptura estética del ‘Barrio del color’ zigzaguea entre las casas más planas de la zona con la paleta más atrevida:
los elementos rosas, azules, amarillos, verdes y rojos destacan puertas y ventanas con sinuosas composiciones
y alteran las siluetas de las casas molineras para constituir un pequeño oasis de imaginación fuera de las rutas habituales.
Patios Ocultos
En 1563 el cronista portugués Tomé Pinheiro da Veiga describió Valladolid como una suntuosa ciudad con unos 400 palacios.
Más allá de los imprescindibles patios de los palacios de Santa Cruz, de los Condes de Benavente, de Pimentel o, por supuesto,
el Palacio Real, existen edificios de uso comercial, residencial o municipal que aún hoy recuerdan su origen de casa palaciega.
No dudes en asomarte al Palacio de los Alarcón, reconvertido en pasaje que comunica las calles Paraíso y Juan Mambrilla o,
en esta misma calle, la Casa de los Zúñiga, hoy centro de la Universidad de Valladolid. Haz un alto en el camino
para adentrarte en los patios del edificio del número 9 de la calle Guadalcimero (en la actualidad,
bloque de viviendas y locales comerciales), de la Casa de los Gallos (Hotel Imperial) y del restaurante Caballo de Troya,
que toma el nombre de la antigua taberna que lo ocupó en siglos pasados.
El callejón de San Francisco
es un enorme trampantojo que pretende una prolongación visual de la que antaño fue una vía abierta a la Plaza Mayor.
Segada de forma brusca por la construcción de un moderno edificio, se aprovechó el muro para recrear lo que se supone que se podía
ver desde su desembocadura a la plaza: la fachada del desaparecido convento de San Francisco, donde fueron
enterrados Cristóbal Colón o Fray Alonso de Burgos, confesor de Isabel la Católica.
El modelo se ha realizado a imagen de un dibujo de Ventura Perez del siglo XVIII.
Necrópolis Judía
“Son tumbas de tiempos antiguos, en las que unos hombres duermen el sueño eterno. No hay en su interior ni odio ni envidia.
Ni tampoco amor o enemistad de vecinos. Al verlas mi mente no es capaz de distinguir entre esclavos y señores”.
Estas palabras de Mosheb Ibn Ezra, recogidas en una placa, marcan la ubicación del antiguo cementerio de judíos descubierto en 2002.
La necrópolis sigue el esquema de otros enterramientos hebreos de la península: se sitúa en una zona exterior
al casco urbano (que, en el siglo XV, finalizaba en la calle de Santiago) y cerca de una corriente fluvial
(en este caso, el Esgueva, que antes de ser soterrado discurría por estos lares).
No son pocos los vecinos que desconocen la existencia de este cementerio judío, hoy señalado por las placas
con inscripciones hebreas que indican el lugar en el que, se calcula, podrían ubicarse un millar de tumbas.