Diego Delas emplea murales textiles vinculados a las casas de campo castellanas y a la cultura inmaterial de la meseta. El artista evoca saberes y maneras de hacer procedentes de entornos campesinos y premodernos. Los murales sugieren un mundo entre alucinado y demencial del que surgen figuras y personajes. Del 3 de febrero al 28 de mayo en el CAB.
Diego Delas en el CAB
La gran instalación espacial creada por Diego Delas (Aranda de Duero, 1983) para el CAB emplea cuatro grandes murales textiles que aprovechan restos de ropa de cama con los que refiere un tiempo ido, vinculado a los ciclos de
trabajo y a las labores ejecutadas en la casa-hogar tan propia de no pocos lugares vinculados a nuestra tierra castellana.
Esos muros se acompañan de una suerte de exvotos que cumplen una función espectral, la de sugerir un mundo entre alucinado y demencial del que surgen figuras y personajes. Los murales se sobreponen a la estructura de las salas para acercarnos a la idea de las casas de nuestro territorio rural. Saberes y maneras de hacer procedentes de
entornos periurbanos, campesinos y premodernos ante los que el artista sitúa al público y al que le pide que deje en suspenso su capacidad de discernimiento.
Delas fantasea en esta casa reducida a sus paredes de tela con los signos, marcas y esgrafiados de las casas de campo castellanas, a las que entiende como un cuerpo tatuado, como un soporte de un texto solo comprensible para los iniciados. Las solas paredes vendrían a ser la cabeza demenciada de la casa desde la que el autor desea reconectar con un tiempo repetido, como el del largo invierno en el que resultaban imperativas las labores de cuidado que la mantenían viva (y con ella a todos sus moradores).