La leyenda del tiempo
Ferrer estrenó el año pasado El último rinoceronte blanco y eso hizo: blanco, diana, bingo. Una amalgama de texto y elementos performativos de toda índole que funcionaba como un reloj. Se basaba en un texto de Ibsen y repite ahora la jugada con Lorca (tras el título se esconde Así que pasen cinco años). Un abismo separa ambos montajes: no sabemos si les hubieran gustado a los autores, pero podemos aventurar un pasmo sideral en Ibsen ante la vanguardia del siglo XXI y una recepción perfectamente natural en Lorca. ¿Por qué? Porque Ferrer y Facal han reconstruido un surrealismo canónico, casi arqueológico, presente desde el arranque hasta el final, que impregna entradas y salidas, objetos, vestuario, estilo interpretativo… y hasta la elección de la actriz que da vida a la novia (dicho sea sin traza de racismo: la presencia de los negros como encarnación del “otro” en el surrealismo, y en el propio Lorca, está perfectamente estudiada). Por cierto: Selam Ortega protagoniza uno de los momentos estelares, con la coreografía robótica sobre el monólogo de Carmen Climent.
Ante este éxito es preciso celebrar lo que ya resultó patente en El público de Rigola: estos textos de Lorca hace tiempo que dejaron de ser irrepresentables y son repertorio. Tanto que se apuntan nuestros directores de escena.
Fecha de publicación: 28/02/2020