El nacimiento del Miró escultor tuvo lugar a fines de la II Guerra Mundial, durante una temporada de retiro y concentración
en la masía familiar de Montroig (Tarragona), a cuya tierra se sentía físicamente imantado por una emoción inspiradora.
Es entonces cuando la escultura se vuelve para él una actividad decisiva, apasionada, y muy distinta de su pintura: igualmente poética,
pero menos complaciente, más furiosa y radical.
La treintena de modelos en yeso aquí expuestos se conservaban en su taller o permanecían en distintas fundiciones.
Por su aspecto pobre y su papel secundario en el proceso creativo, las escayolas de los escultores suelen mantenerse desterradas de las exposiciones.
Y, sin embargo, como sucede aquí, constituyen pequeñas «obras maestras» que irradian una frescura de sentimiento y una belleza misteriosa.
El propio Miró manifestó su deseo de que fuesen mostradas públicamente —deseo que no vio cumplido—.
Estas estatuillas de vida precaria muestran la doble atracción en que se bifurcó la exploración escultórica mironiana.
Por un lado, el ensamblaje poético de objetos recogidos y combinados; y, por otro, el volumen macizo de figuras imaginarias, de cuerpos orondos
y curvas tensas. Son seres inquietantes que parecen esconder una carga explosiva, disimulada tras su frágil e inofensivo aspecto.
Reapertura del 1 de agosto al 27 de septiembre de 2020 Museo Nacional de Escultura.
Martes a sábados de 11 a 14 horas y de 16.30 a 19.30 horas
Domingos y festivos de 11 a 14 horas.