La vida es sueño
Calderón en las dos salas del Teatro de la Comedia. Éste en la pequeña, y con la compañía joven, y El gran mercado del mundo en la grande, demostrando que hay sitio para todo: para esta forma, convertida en canónica, de mostrar a los clásicos con más respeto que descaro y para la “otra” forma, que –bien hecha- convierte al descaro en una muestra más de respeto. Pimenta firma un montaje esencial, una especie de destilado del clásico en el que todo suma: la versión de Mayorga, la escenografía de Teijeiro la iluminación de Cornejo y el espacio sonoro de Vasco. Ésta de orquestadora de talentos es una de las grandes virtudes de la directora. El resultado es redondo, homogéneo, respira estilo y sirve un Calderón cercano y humano.
Casi nunca resta mucho espacio para los intérpretes, pero no hay buena Vida es sueño sin buen Segismundo, y Pau merece mención. He visto brillar su carisma –esa cualidad inefable que se tiene o no se tiene- en dos de los “otros” clásicos (los del descaro): La cena del rey Baltasar y Hamlet para todos, ambos brillantes y ambos de Carlos Tuñón. Aquí, en una función admirablemente coral y en la que, por coherencia de estilo, había que bajar bastantes revoluciones a su presencia escénica, Pimenta lo ha dejado más embridado, y ha hecho bien. Pero aun así, se percibe la potencia expresiva, excepcional en alguien de su juventud. Atentos.
Fecha de publicación: 04/10/2019