Von Trier reelabora a su bola las leyes del cine apocalíptico, en versión intimista, con una película brillante a ratos pero decepcionante, por obvia y pretenciosa, en conjunto
En el anverso conceptual de El árbol de la vida escribe Lars Von Trier su nueva película. Malick sacralizaba el origen del cosmos, de la vida, preguntándose el porqué de la existencia, Von Trier celebra su destrucción, echándose las manos a la cabeza reivindicando la tabla rasa y preguntándose el porqué de la no existencia. La buena noticia es que ya ha salido del hoyo, que la paranoia sórdida y autodestructiva de Anticristo cristaliza aquí en un estoicismo menos tenso, igualmente oscuro pero decididamente más sereno. El director danés empieza la casa por el tejado, regalándonos una lectura onírica y alucinógena del desenlace de la cinta mediante una magnética obertura audiovisual en la que emerge en todo su esplendor el genio técnico del director de Dogville. Desde ahí nos arroja a la tristeza terminal de una melancólica incurable, que intenta en vano apuntarse al carro de la normalidad vitalista pasando por el altar; pero no funciona. Kirsten Dunst pasea su enigmática tristeza a lo largo y ancho de 120 minutos primorosamente filmados, visualmente arrolladores. Melancolía es un regalo para los sentidos, y la ambigüedad psicológica de sus personajes, su paradójica naturaleza humana, entre perversa y delicada, encapsula emociones muy intensas. Von Trier está sembrado en las distancias cortas, pero "Melancolía" avanza a golpes de inspiración inconexa. Debajo del impecable disfraz se esconde un insólito relato apocalíptico, la réplica autoral e intelectual a los fines del mundo del unicejo cine industrial yankee. Pero Von Trier está disperso; para empezar nos regala los ojos y los oídos con metáforas de Perogrullo, engarzando simbolismos impropios de un director de su categoría. "Melancolía" es una película decepcionantemente obvia y por momentos gratuitamente autocomplaciente. El espesor dramático se sugiere en intermitencias esporádicas, gracias, en buena medida, a las excelentes composiciones del trío protagonista, pero la lectura global te deja frío. Frío porque la dramaturgia es sólo forzadamente intensa. Se le presupone al filme la capacidad para dejarnos colgando en el filo del abismo en aras de un catastrofismo intimista, de una hecatombe sentimental con ecos, demasiado evidentes, en la inminencia de la hecatombe física. Von Trier se cae con todo el equipo cuanta más amplia es nuestra perspectiva del triangular drama. "Melancolía" es mucho más convencional de lo que quiere aparentar ser y, a ratos, irritantemente pretenciosa. Sacude a ráfagas, pero también decepciona. Las lecturas cósmico-sentimentales son demasiado evidentes, excesivamente bastas, y el catalizador apocalíptico es un recurso tan práctico como escasamente ingenioso. Hay ramalazos de gran cine, espejismos de gran drama, pero a la larga Melancolía es un Von Trier sofisticado solo de boquilla.
Lo mejor:
El hipnótico prólogo
Lo peor:
La decepcionante obviedad de su aparato metafórico