Entre la excelencia y la excentricidad
Desde su primeras proyecciones en los festivales de Venecia o Toronto, este drama que protagoniza
Ethan Hawke ha sido considerado por la crítica la mejor película en mucho tiempo de
Paul Schrader, prestigioso en épocas ya muy lejanas por guiones como Taxi Driver (1976) y realizaciones como Mishima (1985) y Aflicción (1997). Lo cierto sin embargo es que, si merece verse
El reverendo, es precisamente por su capacidad para brindar de una escena a otra lo mejor y lo peor de su autor, un moralista con pulsiones extravagantes. Así, las desventuras de un párroco cuyas convicciones peligran cuando uno de los miembros de su comunidad se suicida, empiezan gozando de un aura de intensidad moral fascinante, pero se rinden a cada tanto a arbitrariedades y simples rasgos de inmadurez creativa que distancian de cuanto sucede. La interpretación de Hawke, el diseño de producción, y el preciso trabajo del director de fotografía Alexander Dynan merecían más que la autoindulgencia en la que se deleita Schrader sin rigor.
El reverendo promete ser una gran película durante sus compases iniciales, y acaba por ser solo, como tantas y tantas obras de su autor, una rareza.
Lo mejor:
Su primera mitad, y Ethan Hawke
Lo peor:
Sus últimos minutos, y una Amanda Seyfried cada vez más perdida como actriz