Hoy me ha tocado salir de casa. Por obligación. Y he descubierto una Zaragoza confinada, solitaria.
He dejado clara mi postura respecto al confinamiento. No creo que sea necesario comprar el pan cada día existiendo maravillosos congeladores en cada casa. Para nosotros, son 5 minutos de paseo. Para ellos, las personas que nos atienden tras el mostrador, cuanta más gente en su panadería, más riesgo. Todo por atender a personas que parecen no saber sobrevivir a la pandemia sin una barra recién hecha. Tampoco creo que sea momento de antojos culinarios, tener que lanzarnos a buscar en las tiendas una especia o licor concreto, ese que casa a la perfección con la receta de moda en Instagram. Me reservo para devorar todas las tapas y platos que ofrecerán, en cuanto acabe esto, los hosteleros zaragozanos.
Personalmente compro 1 vez cada dos semanas. Organizo la lista lo mejor que puedo y tiro de imaginación para cocinar con lo que va quedando en el armario. Me turno con mi vecina para bajar la basura cada 3-4 días. Y no, no utilizo mi pase de prensa para darme un garbeo impunemente. Lo dejo a los que de verdad tienen que hacer su trabajo en estos días. Aún así hoy me ha tocado salir: papeles y firmas imprescindibles para que mi economía no se desmorone por completo. Y, mientras hacía las gestiones, no he podido resistirme a enfundar el guante y coger la cámara -del móvil- para retratar, a la velocidad del rayo y con unas ganas locas de volver a casa, lo que pillaba de camino.
Os dedico estas fotos a todos los que, por el bien común, evitáis las salidas innecesarias. Por si la echáis de menos, akí tenéis un retazo de nuestra Zaragoza confinada. Son imágenes de una ciudad vacía, sin vida. Triste pero, a la vez, hermosa. #YoMeQuedoEnCasa
¿Y tú?