Discapacidad intelectual, discapacidad emocional
Autor de uno de los mejores títulos españoles de este siglo, Camino (2008), y de otros tan estimables como El milagro de P. Tinto (1998) y
Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo (2014),
Javier Fesser trata de poner nuevamente de manifiesto en el seno de nuestra industria su ánimo heterodoxo, su comprensión peculiar del cine y la realidad, con
Campeones. Sobre el papel, un filme estereotipado, la típica propuesta biempensante a cuenta del segundo preparador, amargado y altanero, de un equipo profesional de baloncesto, que ha de cumplir una pena de trabajos sociales entrenando a un grupo de discapacitados intelectuales. Y lo cierto es que, en la práctica,
Campeones cae en todas y cada una de las convenciones sensibleras propias de este tipo de películas ejemplarizantes, con excesos como su opresiva banda sonora o el muy discutible desarrollo de la relación de nuestro protagonista con su pareja. Sin embargo, la inclusión en el reparto de auténticos disminuidos psíquicos genera un humor chocante, gags concretos memorables, que permiten vislumbrar una película mucho más libre, revulsiva, de lo que Campeones se ha atrevido a ser.
Lo mejor:
Javier Gutiérrez, sobreactuado, pero sobre quien recae un protagonismo plagado de retos interpretativos
Lo peor:
Sus ansias por satisfacer las expectativas del público