Una espera. Un juego patético. Una resolución cargada de nostalgia. En un mundo en el que jugar es divertido, en otro universo el juego es la tragedia. Actuar sobre los deseos adultos como un infanticidio es dejar que los recuerdos se estampen contra las paredes como globos cargado de sangre. Aún resuenan entre nosotros los pasados que acuden a nuestros días futuros, creando una distopía inimaginable. No sabemos que ocurre detrás de la vida de las personas. Nos hemos limitado a reírnos de todos, a no escuchar para no sentir el dolor ajeno. Incluso cerca de nosotros, en los seres que han crecido acompañándonos en nuestros primeros días, trayéndonos al mundo; existe un sufrimiento que nunca alcanzaremos a conocer. Duermen los monstruos, los fantasmas que nos crean, como en una cueva, una vida que no es nuestra. Una religión que desarrolla ritos horrorosos. Religiones que tienen como iconografía, regurgitar sobre la inocencia la sequedad hedienta de sus terrores más íntimos. Las desdichas que sufres durante la niñez, en esa época, en esa isla de configuración carnal que te lanza como muestra al mundo para que tu ilusión te haga feliz, te deshumanizan para siempre. Te deforman la profundidad de los sueños que no cumples. Una espera. Un juego patético. Un rito aterrador. Y cuatro paredes; siempre cuatro paredes con las que tus ojos, esos globos de sangre, se estrellan con violencia para explotar en angustia. Una catástrofe que en ocasiones heredamos y llevamos dentro, como el bocadillo que te comes en el parque, al salir del colegio.
Ficha técnico-artística:
Reparto: Matías Tárraga & Al Fernández
Texto & dirección: carlos del moral
Espacio sonoro: Fernando Andreo
Escenografía & iluminación: designA
Diseño vestuario: Carmen Toledo
Maquillaje & peluquería: María Gómez
Diseño gráfico:designA
Fotografía:farándula
Producción:farándula
