Hubo un tiempo en el que los artistas intentaron acercar el arte a la realidad haciendo que ésta perdiese su funcionalidad para convertirse en objeto artístico. Para ello recurrieron, como materia prima, a todo tipo de objetos ya en desuso, desechos cotidianos o industriales, creando lo que llamaron la junk culture a modo de ironía intelectual, provocación agresiva y crítica social ante una crisis de mentalidad e identidad. No andamos muy lejos en los tiempos actuales. Pero hay ocasiones en las que esos materiales, deconstruidos, vuelven a tomar forma; son reconstruidos, para servir de método o instrumento en un proceso de enseñanza/aprendizaje del que saben mucho aquellos profesionales, los profesores tan denostados en estos momentos, que se dedican a la formación y educación de los jóvenes.
Exposición de Carlos Cubillo en el Arco Santa María
En esta especie de ready made que ahora observamos, dispuesto de una forma orgánica, podemos llegar a la aprehensión crítica de unos mensajes didácticos expresados mediante el proceso de construcción artística, del análisis de las texturas, de la armonía de los colores y de los efectos de las luces y las sombras. A través de esquemas establecidos y conocidos desde la antigüedad como el sentido de la armonía, la proporción, la proporción áurea, el uso de ciertas formas geométricas de carácter simbólico, el valor y significación de los motivos geométricos o figurados, las diferentes técnicas, etc., el observador se da cuenta de que sirven para descubrir la razón de las cosas y el sentido crítico en cualquier segmento de la vida. No estamos viendo un assamblage o una simple acumulación de objetos sino la conveniente proporción y correspondencia entre elementos reales y simbólicos que pretenden explicar una concepción del mundo.
En esta manera de entender la idea de arte, algunos compañeros del IES Cardenal Mendoza nos incorporamos a este evento creativo de Carlos Cubillo en el que expresa su manera de sentir y entender lo artístico al albur de su labor profesional. Desde el comentario artístico, desde la imagen complementaria de lo tridimensional y desde la matemática aplicada al espacio y al arte, queremos contribuir, dentro de ese sentimiento cooperativo y corporativo, a este feliz acontecimiento que nos permite disfrutar de la belleza a través de formas tan sugerentes y sencillas porque, como alguien dijo, la belleza sin gracia es como un anzuelo sin cebo.
En este caso, la madera, el hierro, el barro (materias muy antiguas vinculadas al devenir humano y con una alta implicación simbólica) y otros elementos más modernos y también cotidianos, como el plástico, sirven para trazar ese camino hacia la construcción del conocimiento, hacia el descubrimiento de la naturaleza de las cosas y del concepto de belleza porque, como decía Leonardo da Vinci, la belleza perece con la vida pero es inmortal en el arte. Por eso esta obra artística de Carlos, no por más cotidiana es menos brillante, no sólo hace feliz a quien la crea e interpreta sino a quien la contempla porque nos permite disfrutarla e, incluso, quererla y si llegamos a este estado de percepción nos alejaremos del estruendo, la banalidad y la vulgaridad tan frecuentes en los tiempos actuales.
Ignacio Ruiz Vélez