Con el boom de la arquitectura high tech y el ejemplo de grandes centros de arte como piedras angulares de la cultura de las ciudades donde se construían, el ladrillo se convirtió en sinónimo de cultura.
Pero la cultura, el arte y su significado se alberga en otros entornos. Es un bien inmaterial que vive y se relaciona en el imaginario colectivo, pudiendo, o no, albergarse en un espacio tridimensional.
Actualmente el mundo digital se está materializando en una comunidad donde la palabra, la expresión y los canales informativos están diversificados a través de redes sociales, blogs de opinión, videos y un sinfín de propuestas que viven «online».
El sistema del arte en sí mismo es el reflejo de la sociedad en el que se instaura, siendo precisamente este arte, la respuesta a lo que acontece en el espacio-tiempo que le alberga coetáneamente.
En un momento como el actual, convulso y desmantelado en muchas de sus estructuras, han salido a la palestra nuevos dibujos sobre el panorama de la cultura, la economía asociada a la misma y por supuesto la labor del artista, los comisarios y curadores en todo este entramado.
Todo se está redibujando y la «virtualidad» abre un pasillo sin final previsto, que sin duda debemos interpretar, aprovechar y organizar.
La figura del museo, centro de arte, espacio cultural, o galería, está totalmente relacionada con la idea de entorno tridimensional que sostiene un contenido artístico o divulgativo de interés.
Pero, ¿acaso un disco duro en su interior no es arquitectura?, ¿acaso la memoria y el trabajo de los artistas no se representan en paredes colgados, videoproyectados o instalados?, ¿acaso no hay archivos en los museos?, ¿acaso la huella del artista no queda impresa en esas paredes?
Todas estas preguntas las responde un museo, pero en su más amplio concepto, etimológicamente correcto, un disco duro también lo hace.
Un disco duro permite la organización de la información en su interior a través de carpetas, permite que está información sea expresada y aumentada a través de periféricos y sobretodo, un disco duro es, al fin y al cabo, un continente.
Harddiskmuseum, no divaga en un desierto de propuestas alternativas, sino que se suma al arte urbano, efímero, netart y otros soportes para dialogar sobre este organigrama del arte y la sociedad y abrir una línea confusa entre la figura del artista, la del museo, la de los presupuestos de cultura, la de la sociedad del conocimiento, la de la memoria, el starsystem del arte y porque no, entretejer nuevos modelos expositivos, participativos, creativos y productores de ideas y reflexión.
«Infodependientes», hoy, podemos cargar a cuestas con aquello que más nos preocupa, la información. Las imágenes como asistentes de la memoria, el registro videográfico como archivo de vivencia y el disco duro como contenedor, porque no, además de lo anteriormente mencionado, de arte.
Solimán López (Creador del HDDM)
Solimán López (Burgos, 1981), licenciado en Historia del Arte y Master en Arte y Comunicación, desarrolla su labor artística cruzando contínuamente la delgada línea que separa lo tangible de lo intangible, atrayendo sus discursos hacia las reflexiones en torno a la idea de la no identidad digital, la erosión de la sobreinformación en los estratos sociales, la sobreexposición de la intimidad en el contexto de lo social o el comportamiento de la memoria en el siglo XXI. Todo ello hilvanado con el uso de las nuevas tecnologías como medio de acercamiento, enmascaramiento y canal de comunicación con el espectador y consigo mismo.
Actualmente además de su labor como artista es director de ESAT LAB (Laboratorio de I+D de la Escuela Superior de Arte y Tecnología – ESAT – ) y ejerce labores de docencia en ámbito de las artes visuales y el media art.
Lugar:
Córdoba