Superheroísmo por acumulación
Propuesta casi ceremonial, dado que se cumplen 10 años y 19 películas desde que nació el universo cinemático Marvel,
Vengadores: Infinity War reúne a la inmensa mayoría -faltan Ant-Man y Hawkeye- de los superhéroes de la editorial y productora, y los enfrenta a dos elementos soterrados desde hace tiempo en sus ficciones: el gran villano Thanos, y los indescriptibles poderes que le concederían las Gemas del Infinito. El resultado, un blockbuster aplicado, en la línea de
Vengadores: La era de Ultrón (2015) y, sobre todo,
Capitán América: Civil War (2016), en el que todo se supedita a una realización funcional, chascarrillos desmitificadores, complicaciones narrativas innecesarias que justifiquen la aparición de todos los personajes, y batallas épicas a cada tanto por el destino de la humanidad. En esos registros, automatizados por Marvel hasta el punto de que podrían deberse a softwares creativos,
Vengadores: Infinity War satisfará a los fans. Hay algo para cada cual, un esfuerzo honesto por cumplir con muchas expectativas. Ahora bien, las dudas sobre lo universal, lo perdurable, el sentido último de estos filmes más allá de retroalimentar un férreo modelo productivo, crecen.
Lo mejor:
La película funciona en sus propios términos
Lo peor:
Nunca va más allá del nicho en que se siente cómoda